Historia de la Iglesia
En 1960 un grupo de hermanos iniciaron la Iglesia en medio de dificultades y persecuciones de la época, ellos con su propio trabajo, esfuerzo y sin ninguna ayuda económica nacional o extranjera compraron el lote y fueron construyendo poco a poco con sus propias manos lo que hoy sería la capilla de la nueva Iglesia. La congregación conformada se fue fortaleciendo, pero no era fácil la continuidad, es por esta razón que solicitaron ayuda espiritual a diferentes misiones y la familia Shatman, quienes eran unos misioneros canadienses de la comunidad Bautista Misionera apoyaron la ya conformada iglesia el Redentor.
En un tiempo de persecución Dios levantó hombres y mujeres fieles al evangelio que tomaban la causa de Cristo en serio, dejando de lado su comodidad personal.
Se nombró un Pastor titular y se estableció una membresía. Con el paso del tiempo y de acuerdo a las leyes establecidas por el Estado Colombiano, se obtiene la personería jurídica y demás requisitos establecidos por ley; de esta manera con el transcurrir de los años nuestra Iglesia se constituye como una Iglesia histórica de tradición Bautista.
Hoy día la Iglesia se identifica como una Iglesia Confesional y adherida a la sistematización doctrinal expuesta en la Confesión de Fe Bautista de Londres de 1689.
Confesión de fe
Este pequeño tomo no se presenta como una regla autoritativa ni como un código de fe, sino como una ayuda en casos de controversia, una confirmación en la fe y un medio para edificación en justicia.
En él los miembros más jóvenes de nuestra iglesia tendrán un conjunto resumido de enseñanzas divinas, y por medio de pruebas bíblicas, estarán preparados para dar razón de la esperanza que hay en ellos. No te avergüences de tu fe; recuerda que es el antiguo evangelio de los mártires, confesores, reformadores y santos. Sobre todo, es la verdad de Dios, contra la que las puertas del infierno no pueden prevalecer. Haz que tu vida adorne tu fe, haz que tu ejemplo adorne tus creencias. Sobre todo, vive en Cristo Jesús, y permanece en él, no creyendo ninguna enseñanza que no haya sido manifiestamente aprobada por él y sea propia del Espíritu Santo. Aférrate a la Palabra de Dios que aquí es explica- da para ti.”—Charles Haddon Spurgeon (1834-1892).